martes, 6 de octubre de 2020

FLAMENCO VS COPLA // ANÁLISIS CRÍTICO DEL PROGRAMA Nº12 DE "EL CAFÉ DE SILVERIO: LA COPLA"

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En primer lugar, debemos advertir que cualquier paralelismo entre el flamenco y la copla es en este programa algo anecdótico. No se realiza salvo algún ligero apunte, carente insistimos de fundamento y basado en el gusto personal del locutor (algo a lo que ya nos tiene acostumbrados), ningún análisis concreto y razonado del motivo por el que un espacio radiofónico dedicado al flamenco cede su lugar a nuestra querida copla.

Es (una vez más) una oportunidad perdida para desgranar un tema de importante calado histórico, sociológico y filosófico. Preguntas como ¿Qué tienen en común (si es que lo tienen) el flamenco y la copla?, ¿por qué ambas músicas compartieron escena en una época determinada? o ¿por qué se produjo una separación irreconciliable entre amabas? quedan sin formularse. Y se mire por donde se mire, el asunto tiene miga. De hecho nos atrevemos a decir, que es ahí es donde se destilan gran parte de los complejos, prejuicios, mitos y confusiones que han parasitado al flamenco, y que aún continúan haciéndolo. Vayamos parte por parte analizando los puntos fundamentales sobre los que se desarrolla el programa.

 

¿La Copla denostada?

En su introducción el locutor ya sentencia que la copla es considerada casposa y franquista. De nuevo vuelve a caer en un tópico, que si bien tiene parte de realidad, merece al menos una razonada matización. En primer lugar podemos decir que esta afirmación dice más de su posición como aficionado flamenco que como oyente de copla. Esta sentencia no va dirigida en realidad hacia el concepto que tiene la sociedad de la copla, sino más bien al sentimiento que tiene el grosso de la población hacia las formas que recuerdan al flamenco. En estos tiempos posmodernos que corren y que inician su andadura en torno a los años 70, la copla nunca ha sido denostada y su imagen apenas se ha visto perjudicada. Quizás si ha sido relegada a un sector minoritario, pero lo cañí siempre ha tenido su lugar, aunque sea con el decoro del silencio.

No se consume pero tampoco se ataca y por norma general, es considerada como algo digno de respeto y ha gozado además de conocimiento popular. No ha tenido sin embargo esa misma suerte el flamenco: ignorado, desconocido y revulsivo para muchos como símbolo de la más absoluta miseria de posguerra. Mientras la copla es fastuosa y excesiva el flamenco es pueblerino y paupérrimo. La copla es de ricos y blancos; el flamenco de pobres y gitanos. No hay más que tirar de archivos televisivos, por ejemplo, para darnos cuenta de que la copla ha sido la gran respetada de la música española. El respeto unánime y el peso de figuras tan mediáticas como Lola Flores, Rocío Jurado o Isabel Pantoja, dan buena cuenta de ello y demuestran la enorme diferencia con respecto a la presencia del flamenco en los medios nacionales de difusión. La copla, usando términos posmodernos, es desde su prisma más kitsch, vista como algo random y cool ya desde los albores de la sociedad progre y alternativa que comienza su andadura a mediados de los 70. De hecho la estética de la copla, su contenido lírico y su temperamento escénico es rápidamente abanderada por un sector de la música que pretendió ser transgresora, bastante relacionada además con la liberación homosexual, y que lejos de derribarla la uso como símbolo de la emancipación del antiguo régimen. Por otra parte, el propio flamenco toma de la copla como elementos prestados para intentar recuperar el glamour perdido y por supuesto como reclamo comercial; porque la copla siempre ha vendido mucho más que los cantes por seguiriya, y para llegar a cualquier verdad siempre hay que seguir el rastro del dinero.

Por lo tanto no comprendemos a que se debe esa falsa afirmación del locutor de que la copla es considerada cavernaria. De hecho es comúnmente aceptada hoy día por la posmodernidad como un producto vintage, absolutamente llamativo por la superficialidad que rezuma. Porque es, entre otras cosas, profundamente infantil y superflua. De hecho está concebida para serlo. Debemos entender que la copla es la materialización musical que nace fruto del deseo de ver sobre el escenario ardientes anhelos expresados con vehemencia, ante una sociedad constreñida en todo lo relacionado con la liberación de la carne. Sin embargo, la copla está diseñada para no escandalizar.

Las letras están camufladas de inocencia e ingenuidad ante el amor, aunque son bastante lúcidas y certeras cuando se trata de resolver pasiones violentas por la vía rápida. La copla es pasivo-agresiva en tanto en cuanto el oyente no alcanza nunca a comprender esa impertinencia constante del querer y no querer, del contigo pero sin ti o del "la maté porque era mía". Es pura tragicomedia que orbita de lo fatídico a lo absurdo con una facilidad pasmosa. Por otra parte, de la copla (a diferencia del flamenco) no se puede extraer ningún tipo de reflexión moral o enseñanza trascendente. Son historias llenas de fantasía, deseos, sentimentalismo e inmadurez.

Y en los casos contrarios resignación ante la vida, siempre que esté inducida, por un desengaño amoroso. Todo gira en torno al amor romántico y a la gestión irracional del mismo. Y es precisamente por ello por lo que la copla, en mayor o menor medida, siempre habla de nosotros mismos. Es el espejo de una parte muy concreta de la naturaleza humana en el que nos vemos reflejados a través de la irracionalidad de los sentimientos y los deseos pasionales, muy cercanos siempre a los impulsos sexuales que todos, en mayor o menor medida, acabamos experimentando en algún momento de nuestra vida.

 

¿Feminismo?

En varias ocasiones, locutor e invitada, aluden que la copla tiene un trasfondo feminista. Y cómo no sale a la palestra la Faraona; Lola Flores. Un torbellino de temperamento que aparece en el panorama musical español para revolucionarlo desde dentro y derribar los pilares arcaicos sobre los que nos sustentábamos. Y la verdad que no sabemos muy bien cómo, porque haciéndolo bien tampoco hizo nada que no se hubiera hecho ya antes y mejor dentro de la copla, más allá del desparpajo del que hacía gala dentro y fuera del escenario. Pero todos hemos repetido hasta la saciedad que ella vino con el arte y como él arte era suyo poco más se puede hacer o decir al respecto.

Este sinsentido (como tantos otros) contra el que nadie se rebela cobra en este programa una nueva dimensión: Lola Flores fue, de forma innata y sin ella saberlo, un símbolo feminista. No sabemos muy bien por dónde empezar para demostrar lo irrisorio de tal afirmación, pero que a lo largo de toda su vida hiciera gala de lo gitana que era (cuando no lo era en absoluto) no sabemos muy bien en qué punto deja a la figura de la mujer. Para la sociedad posmoderna la mujer gitana no solo está oprimida por el patriarcado, sino que además lo es de una forma asumida. También podemos decir que la obsesión de la Flores por las moras de la morería no parece aparentemente una posición de empoderamiento femenino. Debe pasar un poco como con Frida Kahlo, una mujer evidentemente machista que ha sido tomada por el snobismo europeo como un icono de la lucha contra la supremacía del hombre o como un símbolo de la liberación femenina. Tengamos en cuenta que se retrató desnuda y sin depilar en muchas ocasiones. Qué más se puede pedir.

Confundimos actitud con aptitud. La falta de análisis crítico y razonado es por norma general la culpable de este tipo de creencias. Los modos tienden a obnubilarnos y la repetición sistemática de ciertas afirmaciones funciona a lo largo del tiempo como un lavado de cerebro que anula cualquier capacidad de cuestionamiento. Dejando de lado la particularidad de Lola Flores y yéndonos a la generalidad del papel de la mujer dentro de la copla, nos damos cuenta de que en primer lugar la actitud de supremacía femenina lo es única y exclusivamente en lo referente al dominio amoroso del hombre. Y si por un momento nos olvidamos de que todo es una pose y una fantasía, y asumimos que pudiera (que no lo hay) existir un mensaje subliminal, podemos concretar aún más y decir que lo que se deduce es en realidad una actitud de soberbia fruto del orgullo herido ante el dolor o desengaño amoroso producido por el hombre. ¿Cómo se puede por tanto afirmar que una mujer que rabia de celos y jura y perjura no volver a caer en los brazos viles del hombre que ama puede estar siquiera relacionado con el feminismo? Eso es algo más antiguo que el mundo y ya tiene un nombre: se llama despecho.

 

¿Qué sentimientos te produce a ti la Copla?

De nuevo el mal endémico de los sentimientos. La entrevistada se nos presenta como una entendida en copla, aunque no sabemos muy bien por qué. No nos explica nada interesante sobre el tema más allá de decirnos lo mucho que le gusta; o que por ejemplo, se siente como en casa cuando escucha copla. Los gustos deberían estar supeditados a un segundo plano, sin embargo parece que en este formato de programa es lo principal y más importante. Hablar de lo que le gusta al conductor del programa que por supuesto coincide siempre con los gustos de sus invitados.

No se posiciona en ningún momento en un plano crítico y neutral. Los únicos momentos en los que sí lo hace es en todo lo referente a la política, y es algo que además dirige la temática de muchos de sus programas: querer llevar el flamenco al terreno ideológico político. No entendemos por qué es necesario tanto comentario anti- lo que sea. Es un programa musical y sin embargo no puede evitar impregnarlo de su sentimiento político y además lo hace sin mayor fundamento, explicación o justificación.

Es un gran comunicador, con un manejo envidiable de la palabra, y es verdaderamente agradable escuchar su discurso que a menudo va de lo poético a lo descarnado, pasando por lo cómico, con una sorna y sarcasmo al que el oyente aficionado flamenco no está acostumbrado. Y es algo que se agradece en estos tiempos en los que nos tomamos esto del flamenco con tanta seriedad. Pero nos gustaría una mayor perspectiva crítica y sobretodo un mayor desapego ante los gustos y sentimientos de lo que se escucha; estar menos pendiente de aquello con lo que se está de acuerdo y aquello con lo que no. El flamenco necesita de voces ágiles y capaces como la suya, pero también necesita una fuerte crítica razonada.

 

¿Copla o canción popular?

El locutor y la invitada caen en el fatal error de confundir copla con canción tradicional o popular. Mezclan los recuerdos idílicos de la infancia y mencionan la práctica en comunidad de cantar copla. Esto es algo irreal y desde luego dramático en términos de entendimiento tanto de una música como de la otra. De hecho, es en este punto en el que podríamos hermanar el flamenco con la copla y de nuevo, una ocasión desperdiciada.

Ambas son músicas genuinamente artísticas, dirigidas a ser interpretadas única y exclusivamente por artistas cualificados y capacitados para ello. No son músicas preparadas para ser ejecutadas por alguien no profesional, y de serlo el resultado es por norma general mediocre y totalmente prescindible. El folclore es una cosa, y en él podemos incluir la música tradicional, pero la canción andaluza es otra. Son obras de autor escritas y compuestas por y para figuras excepcionales y brillantes capaces de llevarlas a buen puerto con su voz. Con el flamenco ocurre exactamente lo mismo: cualquier derivación que se de a partir de la maestría artística de unos, se convierte en el folclorismo de otros. Y el flamenco ha sufrido esta degeneración. Relegar lo sublime a lo popular. La excelencia a lo vulgar.

 

¿Cuáles son las conclusiones?

De nuevo queremos insistir en la oportunidad perdida de este programa para poner en su sitio aquello de lo que trata. Y en este capítulo no podemos decir siquiera que se haya hablado de copla. Porque esta música, al igual que el flamenco, es un fenómeno artístico digno de ser tratado con al menos un mayor compromiso, rigor histórico-documental y sobretodo, actitud crítica. Es una lástima ver como un espacio tan cuidado en la producción, tan pulcro en sus formas lingüísticas y con temas tan interesantes, se ve enturbiado por una actitud conformista y sentimental. Un portal hacia los gustos personales del que lo conduce, aunque carente por lo general de contenido sustancial y falto desde luego de conclusiones con las que abrir nuevas vías para el entendimiento de esta música, que es la nuestra.


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