En primer lugar, debemos advertir que cualquier paralelismo entre el flamenco y la copla es en este programa algo anecdótico. No se
realiza salvo algún ligero apunte, carente insistimos de fundamento y basado en el gusto
personal del locutor (algo a lo que ya nos tiene acostumbrados), ningún análisis concreto y
razonado del motivo por el que un espacio radiofónico dedicado al flamenco
cede su lugar a nuestra querida copla.
Es (una vez más) una oportunidad perdida para desgranar un
tema de importante calado histórico, sociológico y filosófico. Preguntas como
¿Qué tienen en común (si es que lo tienen) el flamenco y la copla?, ¿por qué
ambas músicas compartieron escena en una época determinada? o ¿por qué se
produjo una separación irreconciliable entre amabas? quedan sin formularse. Y
se mire por donde se mire, el asunto tiene miga. De hecho nos atrevemos a
decir, que es ahí es donde se destilan gran parte de los complejos, prejuicios,
mitos y confusiones que han parasitado al flamenco, y que aún continúan
haciéndolo. Vayamos parte por parte analizando los puntos fundamentales sobre
los que se desarrolla el programa.
¿La Copla denostada?
En su introducción el locutor ya sentencia que la copla es
considerada casposa y franquista. De nuevo vuelve a caer en un tópico, que si
bien tiene parte de realidad, merece al menos una razonada matización. En
primer lugar podemos decir que esta afirmación dice más de su posición como
aficionado flamenco que como oyente de copla. Esta sentencia no va dirigida en realidad
hacia el concepto que tiene la sociedad de la copla, sino más bien al
sentimiento que tiene el grosso de la
población hacia las formas que recuerdan al flamenco. En estos tiempos posmodernos
que corren y que inician su andadura en torno a los años 70, la copla nunca ha sido
denostada y su imagen apenas se ha visto perjudicada. Quizás si ha sido
relegada a un sector minoritario, pero lo cañí siempre ha tenido su lugar,
aunque sea con el decoro del silencio.
No se consume pero tampoco se ataca y por norma general, es
considerada como algo digno de respeto y ha gozado además de conocimiento
popular. No ha tenido sin embargo esa misma suerte el flamenco: ignorado,
desconocido y revulsivo para muchos como símbolo de la más absoluta miseria de
posguerra. Mientras la copla es fastuosa y excesiva el flamenco es pueblerino y
paupérrimo. La copla es de ricos y blancos; el flamenco de pobres y gitanos. No
hay más que tirar de archivos televisivos, por ejemplo, para darnos cuenta de
que la copla ha sido la gran respetada de la música española. El respeto unánime
y el peso de figuras tan mediáticas como Lola Flores, Rocío Jurado o Isabel
Pantoja, dan buena cuenta de ello y demuestran la enorme diferencia con
respecto a la presencia del flamenco en los medios nacionales de difusión. La copla,
usando términos posmodernos, es desde su prisma más kitsch, vista como algo random y cool ya desde los albores de la sociedad progre y alternativa que comienza
su andadura a mediados de los 70. De hecho la estética de la copla, su
contenido lírico y su temperamento escénico es rápidamente abanderada por un
sector de la música que pretendió ser transgresora, bastante relacionada además
con la liberación homosexual, y que lejos de derribarla la uso como símbolo de
la emancipación del antiguo régimen. Por otra parte, el propio flamenco toma de
la copla como elementos prestados para intentar recuperar el glamour perdido y
por supuesto como reclamo comercial; porque la copla siempre ha vendido mucho
más que los cantes por seguiriya, y para llegar a cualquier verdad siempre hay
que seguir el rastro del dinero.
Por lo tanto no comprendemos a que se debe esa falsa afirmación del locutor de que la copla es considerada cavernaria. De hecho es comúnmente aceptada hoy día por la posmodernidad como un producto vintage, absolutamente llamativo por la superficialidad que rezuma. Porque es, entre otras cosas, profundamente infantil y superflua. De hecho está concebida para serlo. Debemos entender que la copla es la materialización musical que nace fruto del deseo de ver sobre el escenario ardientes anhelos expresados con vehemencia, ante una sociedad constreñida en todo lo relacionado con la liberación de la carne. Sin embargo, la copla está diseñada para no escandalizar.
Las letras están camufladas de inocencia e ingenuidad ante
el amor, aunque son bastante lúcidas y certeras cuando se trata de resolver
pasiones violentas por la vía rápida. La copla es pasivo-agresiva en tanto en
cuanto el oyente no alcanza nunca a comprender esa impertinencia constante del
querer y no querer, del contigo pero sin ti o del "la maté porque era mía". Es
pura tragicomedia que orbita de lo fatídico a lo absurdo con una facilidad
pasmosa. Por otra parte, de la copla (a diferencia del flamenco) no se puede
extraer ningún tipo de reflexión moral o enseñanza trascendente. Son historias
llenas de fantasía, deseos, sentimentalismo e inmadurez.
Y en los casos contrarios resignación ante la vida, siempre
que esté inducida, por un desengaño amoroso. Todo gira en torno al amor
romántico y a la gestión irracional del mismo. Y es precisamente por ello por
lo que la copla, en mayor o menor medida, siempre habla de nosotros mismos. Es
el espejo de una parte muy concreta de la naturaleza humana en el que nos vemos
reflejados a través de la irracionalidad de los sentimientos y los deseos pasionales,
muy cercanos siempre a los impulsos sexuales que todos, en mayor o menor
medida, acabamos experimentando en algún momento de nuestra vida.
¿Feminismo?
En varias ocasiones, locutor e invitada, aluden que la copla
tiene un trasfondo feminista. Y cómo no sale a la palestra la Faraona; Lola
Flores. Un torbellino de temperamento que aparece en el panorama musical
español para revolucionarlo desde dentro y derribar los pilares arcaicos sobre los
que nos sustentábamos. Y la verdad que no sabemos muy bien cómo, porque
haciéndolo bien tampoco hizo nada que no se hubiera hecho ya antes y mejor
dentro de la copla, más allá del desparpajo del que hacía gala dentro y fuera
del escenario. Pero todos hemos repetido hasta la saciedad que ella vino con el
arte y como él arte era suyo poco más se puede hacer o decir al respecto.
Este sinsentido (como tantos otros) contra el que nadie se rebela cobra en este programa una nueva dimensión: Lola Flores fue, de forma innata y sin ella saberlo, un símbolo feminista. No sabemos muy bien por dónde empezar para demostrar lo irrisorio de tal afirmación, pero que a lo largo de toda su vida hiciera gala de lo gitana que era (cuando no lo era en absoluto) no sabemos muy bien en qué punto deja a la figura de la mujer. Para la sociedad posmoderna la mujer gitana no solo está oprimida por el patriarcado, sino que además lo es de una forma asumida. También podemos decir que la obsesión de la Flores por las moras de la morería no parece aparentemente una posición de empoderamiento femenino. Debe pasar un poco como con Frida Kahlo, una mujer evidentemente machista que ha sido tomada por el snobismo europeo como un icono de la lucha contra la supremacía del hombre o como un símbolo de la liberación femenina. Tengamos en cuenta que se retrató desnuda y sin depilar en muchas ocasiones. Qué más se puede pedir.
Confundimos actitud con aptitud. La falta de análisis
crítico y razonado es por norma general la culpable de este tipo de creencias.
Los modos tienden a obnubilarnos y la repetición sistemática de ciertas
afirmaciones funciona a lo largo del tiempo como un lavado de cerebro que anula
cualquier capacidad de cuestionamiento. Dejando de lado la particularidad de
Lola Flores y yéndonos a la generalidad del papel de la mujer dentro de la
copla, nos damos cuenta de que en primer lugar la actitud de supremacía
femenina lo es única y exclusivamente en lo referente al dominio amoroso del
hombre. Y si por un momento nos olvidamos de que todo es una pose y una
fantasía, y asumimos que pudiera (que no lo hay) existir un mensaje subliminal,
podemos concretar aún más y decir que lo que se deduce es en realidad una
actitud de soberbia fruto del orgullo herido ante el dolor o desengaño amoroso
producido por el hombre. ¿Cómo se puede por tanto afirmar que una mujer que
rabia de celos y jura y perjura no volver a caer en los brazos viles del hombre
que ama puede estar siquiera relacionado con el feminismo? Eso es algo más antiguo
que el mundo y ya tiene un nombre: se llama despecho.
¿Qué sentimientos te produce a ti la Copla?
De nuevo el mal endémico de los sentimientos. La entrevistada
se nos presenta como una entendida en copla, aunque no sabemos muy bien por
qué. No nos explica nada interesante sobre el tema más allá de decirnos lo
mucho que le gusta; o que por ejemplo, se siente como en casa cuando escucha
copla. Los gustos deberían estar supeditados a un segundo plano, sin embargo
parece que en este formato de programa es lo principal y más importante. Hablar
de lo que le gusta al conductor del programa que por supuesto coincide siempre
con los gustos de sus invitados.
No se posiciona en ningún momento en un plano crítico y neutral.
Los únicos momentos en los que sí lo hace es en todo lo referente a la
política, y es algo que además dirige la temática de muchos de sus programas:
querer llevar el flamenco al terreno ideológico político. No entendemos por qué
es necesario tanto comentario anti- lo que sea. Es un programa musical y sin
embargo no puede evitar impregnarlo de su sentimiento político y además lo hace
sin mayor fundamento, explicación o justificación.
Es un gran comunicador, con un manejo envidiable de la palabra, y es verdaderamente agradable escuchar su discurso que a menudo va de lo poético a lo descarnado, pasando por lo cómico, con una sorna y sarcasmo al que el oyente aficionado flamenco no está acostumbrado. Y es algo que se agradece en estos tiempos en los que nos tomamos esto del flamenco con tanta seriedad. Pero nos gustaría una mayor perspectiva crítica y sobretodo un mayor desapego ante los gustos y sentimientos de lo que se escucha; estar menos pendiente de aquello con lo que se está de acuerdo y aquello con lo que no. El flamenco necesita de voces ágiles y capaces como la suya, pero también necesita una fuerte crítica razonada.
¿Copla o canción popular?
El locutor y la invitada caen en el fatal error de confundir copla con canción tradicional o popular. Mezclan los recuerdos idílicos de la infancia y mencionan la práctica en comunidad de cantar copla. Esto es algo irreal y desde luego dramático en términos de entendimiento tanto de una música como de la otra. De hecho, es en este punto en el que podríamos hermanar el flamenco con la copla y de nuevo, una ocasión desperdiciada.
Ambas son músicas genuinamente artísticas, dirigidas a ser
interpretadas única y exclusivamente por artistas cualificados y capacitados
para ello. No son músicas preparadas para ser ejecutadas por alguien no
profesional, y de serlo el resultado es por norma general mediocre y totalmente
prescindible. El folclore es una cosa, y en él podemos incluir la música
tradicional, pero la canción andaluza es otra. Son obras de autor escritas y
compuestas por y para figuras excepcionales y brillantes capaces de llevarlas a
buen puerto con su voz. Con el flamenco ocurre exactamente lo mismo: cualquier
derivación que se de a partir de la maestría artística de unos, se convierte en
el folclorismo de otros. Y el flamenco ha sufrido esta degeneración. Relegar lo
sublime a lo popular. La excelencia a lo vulgar.
¿Cuáles son las conclusiones?
De nuevo queremos insistir en la oportunidad perdida de este
programa para poner en su sitio aquello de lo que trata. Y en este capítulo no
podemos decir siquiera que se haya hablado de copla. Porque esta música, al
igual que el flamenco, es un fenómeno artístico digno de ser tratado con al
menos un mayor compromiso, rigor histórico-documental y sobretodo, actitud crítica.
Es una lástima ver como un espacio tan cuidado en la producción, tan pulcro en
sus formas lingüísticas y con temas tan interesantes, se ve enturbiado por una
actitud conformista y sentimental. Un portal hacia los gustos personales del
que lo conduce, aunque carente por lo general de contenido sustancial y falto
desde luego de conclusiones con las que abrir nuevas vías para el entendimiento
de esta música, que es la nuestra.
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